Aquí y allá, poco a poco, como leves sacudidas sísmicas, se oyen voces de mujeres con resonancia pública que reinventan el orgullo de ser madre. Muchas veces son mujeres que han alcanzado el éxito profesional, pero que advierten que eso no les basta ni justifica el sacrificio de sus deseos y satisfacciones familiares. Lo que piden es que la organización social permita realmente que la mujer pueda elegir en las diversas etapas de su vida, sin que el Estado ni la empresa decidan por ella.
"Rara vez una campaña política se ha encontrado una opinión tan marcada. Es como si todas las madres del país se hubieran puesto en pie como una sola mujer y gritado a los políticos: Oídnos, queremos ser madres"; así escribía Elise Claeson, periodista sueca, en una de sus leídas columnas en el "Svenska Dagbladet", uno de los principales periódicos del país nórdico, durante la campaña electoral del pasado septiembre. "Durante décadas, la élite sueca ha procurado que la mujer olvide que es madre. Lo llaman 'trampa de mujeres' en la política sueca. Ya sabéis, es el repiqueteo continuo: las mujeres no debemos elegir libremente porque entonces elegiremos mal. De ahí los tipos impositivos que quitan más de la mitad tanto a los ingresos de la madre como a los del padre y los dividen en pequeños, muy pequeños subsidios para tener control sobre nosotros".
Hay signos que indican que en la reciente victoria del centroderecha en Suecia ha podido influir el voto materno en un país donde la tasa de actividad fuera del hogar de las mujeres es del 71,8% (ver Aceprensa 114/06). "Dar prioridad a los hijos es realizar una mala elección, pero sólo para las mujeres. De hecho no existen 'trampas para hombres'. Los padres que quieren 'hacer de madres' son los héroes de la élite", escribía Claeson, que ha contado en un libro cómo y por qué decidió depender económicamente de su marido tras el nacimiento de su segunda hija y mientras criaba a ambas.
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